Remanso...
Tiempo de acariciar con profunda mirada,
largamente,
los frutos de nuestra carne fecunda
de otros días.

Ansia oculta de querer recibir, 
al final del camino recorrido,
un poco del amor que sembramos
sin pausas y sin prisas,
jornada tras jornada
con mente y corazón limpios.

Trémulas manos cansadas, sarmentosas,
que, aferradas a un bastón
comienzan a aceptar,
agradecidas,
la yapa de la vida...
Ya no más impaciencias ni apuros
por ilusorios porvenires.

Plática abierta con Dios
en la quieta soledad de la vigilia
de un día que declina despacito...
Confianza en el mensaje bíblico.
Esperanza distinta por una vida nueva...
Momento de celebrar, serenamente,
el último brindis por todo lo vivido. 
Y cerrando el misterio
de este ciclo natural,
distinto o igual, -¡esperanzado!
desde el Génesis por siempre repetido,

paulatino-inconsciente regreso
hacia el Niño
que hace mucho tiempo...
¡fuimos!

Marta Torres Jorajuría
(uruguaya)


Triste, melancólico y alegre al mismo tiempo tu poema Marta porque por su fin nos da esperanza.