Francisco a los consagrados:
No tener miedo de dejar los “odres viejos”
Ciudad del Vaticano (AICA): “No
debemos tener miedo de dejar los “odres viejos”: es decir, de renovar los
hábitos y las estructuras que, en la vida de la Iglesia y, por tanto, también
en la vida consagrada ya no responden a lo que Dios nos pide hoy para que su
Reino avance en el mundo: las estructuras que nos dan
falsa protección y condicionan el dinamismo de la caridad y los hábitos que nos
alejan del rebaño al que fuimos enviados y nos impiden escuchar el grito de los
que esperan la Buena Nueva de Jesucristo”, dijo esta mañana el Santo Padre en
su discurso a los participantes en la Asamblea Plenaria de la Congregación para
los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, que tuvo
como tema elegido: “Vino nuevo en odres nuevos”.
El papa Francisco basó su discurso en los
múltiples significados del lema del encuentro.
“En la parcela de la viña del Señor representada
por los que eligieron imitar a Cristo más de cerca mediante la profesión de los
consejos evangélicos, maduró la uva nueva y se exprimió el vino nuevo- observó
el Pontífice- En estos días se propusieron discernir la calidad y el sabor del
“vino nuevo” cosechado en la larga temporada de la renovación, y al mismo
tiempo evaluar si los odres que lo contienen, representados por las formas
institucionales presentes hoy en día en la vida consagrada, son adecuados para
contener este “vino nuevo” y favorecer su plena madurez.
Como les recordé otras veces no debemos tener
miedo de dejar los “odres viejos”: es decir, de renovar los hábitos y las
estructuras que, en la vida de la Iglesia y, por tanto, también en la vida
consagrada ya no responden a lo que Dios nos pide hoy para que su Reino avance
en el mundo: las estructuras que nos dan falsa protección y condicionan el
dinamismo de la caridad y los hábitos que nos alejan del rebaño al que fuimos
enviados y nos impiden escuchar el grito de los que esperan la Buena Nueva de
Jesucristo”.
“No se escondan -prosiguió- los puntos débiles
que puede tener la vida consagrada en nuestros días como la resistencia de
algunos sectores al cambio, la menor fuerza de atracción, el importante número
de abandonos, la fragilidad de algunas rutas de formación, el afán por las
tareas institucionales y ministeriales a expensas de la vida espiritual, la
difícil integración de la diversidad cultural y generacional, el problemático
equilibrio en el ejercicio de la autoridad y en el uso de bienes”.
“Me preocupa también la pobreza. San Ignacio
decía que la pobreza es la madre y también el muro de la vida consagrada. Y es
madre también porque da vida y como muro protege de la mundanidad. Sigan
queriendo escuchar las señales del Espíritu que abre nuevos horizontes y empuja
a nuevos caminos, siempre partiendo de la regla suprema del Evangelio e
inspirados por la audacia creativa de sus fundadores y fundadoras”.
El Papa enumeró después los criterios de
orientación a seguir en la “ardua tarea de evaluar el vino nuevo y comprobar la
calidad de los odres”, citando entre ellos, la originalidad evangélica de las
opciones, la fidelidad carismática, la primacía del servicio, la atención a los
más pequeños y frágiles y el respeto por la dignidad de cada persona.
Antes de finalizar, animó a los presentes a
seguir trabajando con generosidad e ingenio en la viña del Señor, “para
cosechar el vino bueno que revitaliza la vida de la Iglesia y alegra los
corazones de tantos hermanos y hermanas necesitados de su atención” y subrayó
que “tampoco la sustitución de los odres viejos por los nuevos es automática
sino que requiere el compromiso y la capacidad para proporcionar el espacio
idóneo para recibir y hacer fructificar los dones con que el Espíritu sigue
embelleciendo a la Iglesia su esposa”.
“No se olviden -concluyó- de proseguir el camino
de renovación iniciado y en gran medida, realizado en los últimos cincuenta
años, examinando toda novedad a la luz de la Palabra de Dios y escuchando las
necesidades de la Iglesia y del mundo contemporáneo y utilizando todos los
medios que la Iglesia pone a su disposición para avanzar en el camino de su
santidad personal y comunitaria. Y
entre estos medios el más importante es la oración. Digan a los nuevos
miembros, que rezar no es perder tiempo, que adorar a Dios y alabarlo no es
perder tiempo. Si nosotros, los consagrados, no nos detenemos cada día ante
Dios en la gratuidad de la oración, el vino se volverá vinagre”. +
Mil gracias Aída Martha Castelan. Hermosas las palabras del Santo Padre