miércoles, 2 de mayo de 2018

CONFESIONES DE JESÚS A UN SACERDOTE BOSCO ORTEGA

CONFESIONES DE JESÚS A UN SACERDOTE

Confidencias de Jesús a un Sacerdote

Mons. Ottavio Michelini
1 de enero de 1976
¿QUE HARÁS, SEÑOR?
Con acción devastadora, Satanás despedaza con rabia a la humanidad, y en particular a la Iglesia.
En efecto hoy en la Iglesia suceden cosas que no se pueden explicar humanamente si no con el uso loco por parte de Satanás y de todas las potencias del Infierno insidiando, instigando y atormentando almas.
Basta ser un poco objetivos para darse cuenta de los sacrilegios realizados en varias naciones a través de prensa, televisión, películas. Satanás no perdona a nadie; ha entrado por todas partes, manda en la base de la Iglesia y no ha perdonado al vértice.
El Papa, Mi Vicario sobre la tierra, debe moverse en medio de mil dificultades.
No desciendo a los detalles de esta poderosa ofensiva del Infierno contra mi Iglesia, contra los hijos de Dios. Es más que suficiente lo que podéis ver con vuestros propios ojos, aunque refleja sólo en parte aquello que vosotros no podéis ver.
— ¿Qué harás Tú, Señor, para no permitir que la Iglesia tenga que sucumbir?
Te repito que, si las aguas podridas continúan subiendo, no se debe sólo a la venenosa acción del Infierno.
Pesan responsabilidades también en el alma de los pastores, sacerdotes y religiosos que no han reaccionado como se debe a las insidias del Enemigo, que no han contenido el mal. No raras veces han secundado los planes del demonio, otras veces se han convertido en los ejecutores. Dolorosísima realidad que ha aumentado la osadía de las fuerzas del mal y debilitado enormemente las fuerzas del bien.
¿Qué cosa he hecho y hago Yo?
Yo soy la Vida, y la vida es movimiento que tiende al bien de las almas a las que amo y quiero salvar. He suscitado grandes santos; he mandado a mi Madre que se ha manifestado en tantos lugares y a tantas personas.
Ya he dicho que no pocas intervenciones de Mi Madre, han sido atacadas y negadas como auténticas por temores injustificados, por respeto humano. Para evitar molestias se busca la paz, pero así no se podrá tener la paz verdadera.
— He escogido para mi Iglesia Pontífices santos.
— He suscitado movimientos para la santificación del clero.
— He querido y promovido el Concilio.
Si todo lo que he promovido en mi Iglesia hubiera sido acogido con una inteligente y eficaz respuesta, con una adecuada movilización de todos los consagrados, como por lo demás Pío XII, con una afligida llamada pidió a toda la Iglesia, las aguas turbias no habrían alcanzado su nivel actual.
Tú me preguntas, hijo, que qué hago por salvar a mi Iglesia. Continúo vertiendo mi Sangre, aun si es profanada sacrílegamente.
Los verdaderos carismáticos
He mandado mi Espíritu que es amor. Es fuego que arde, que transforma, que ilumina y calienta, que purifica y vivifica y alienta en muchas almas que vosotros llamáis carismáticas.
Las he suscitado en toda la Iglesia; pero también entre éstas Satanás se ha insinuado sembrando ambiciones, rivalidades, divisiones. Estas almas deben permanecer unidas espiritualmente y poner los dones recibidos al servicio de la Comunidad eclesial.
Los verdaderos carismáticos son escogidos por el Espíritu Santo en la Iglesia, para la Iglesia. No son Iglesia.
La Iglesia fundada por Mí es la jerárquica.
El carisma está destinado al bien de la comunidad.
Los carismáticos se completan y se integran en la unidad espiritual entre ellos (también en la distinción de sus misiones particulares) y con la Jerarquía.
El carismático es un instrumento del Espíritu Santo y, como tal, debe ser dúctil y disponible para la realización de un plan que ni siquiera él conoce en su amplitud, pero que es conocido por la Providencia divina que ha dispuesto este plan.
El carismático es el administrador de un tesoro para el bien de todos; no puede apoderarse de él para sí ni por un instante; ay si se deja disuadir de este fin. Quien tiene un tesoro a su custodia, vigila para frustrar cualquier tentativa del enemigo de arrebatárselo.
Vosotros, peregrinos sobre la tierra, de señales, llamadas y prodigios ¡cuántas habéis tenido de mi Madre, de mis Santos, cuántas!... Pero las tinieblas de la soberbia han vuelto ciegos a fieles, sacerdotes y hasta a algunos pastores. Se ha rechazado la luz, se han rechazado las intensas llamadas interiores y exteriores por lo que os habéis alejado cada vez más de Dios.
— ¿Qué sucederá Señor? ¿Qué sucederá, Jesús mío?
“Ya sabes lo que sucederá.
Misericordia y Justicia divina no pueden tolerar que se continúe, con monstruosa ingratitud poblando el Infierno. Dios no puede tolerar más allá que el orden establecido (orden moral, social, internacional, mundial), sea tan descaradamente trastornado por el Enemigo. No puede tolerar que el Rebelde y sus legiones tengan que gobernar todavía en la humanidad por Mí redimida.
Te lo repito, y se lo metan bien en la cabeza Obispos y Sacerdotes, que el inimicus hominis (enemigo del hombre) ha entrado en la viña y también porque aquellos a los que estaba confiada no han vigilado, no la han cercado y defendido con los medios a su disposición. Hagan un severo examen de conciencia sobre esto.
¡No se desarma frente a un enemigo aguerrido y siempre al acecho! Debilidades, necedades y ambiciones han sido las puertas abiertas al Enemigo. Relajamiento de religiosos y religiosas, de consagrados en general, que se han adaptado mansamente a las astucias del Enemigo a través de un neopaganismo, fueron otras tantas barreras caídas.
La proliferación de teorías infectas de algunos teólogos sedientos, más que de verdad, de sí mismos, ha aumentado el caos en mi Iglesia. El daño acarreado a las almas no es evaluable por la mente humana.
Sólo Yo, eterno Juez, veo la gravedad de ello, la amplitud de su medida, valoro la responsabilidad y las consecuencias.
Estos teólogos han pisoteado a Dios, han traspasado mi Cuerpo Místico, han profanado mi Sangre, han encaminado muchas almas por el camino de la perdición. Siervos y colaboradores de Satanás han levantado la cabeza soberbiamente contra mi Vicario para repetir el diabólico grito: "Non Serviam" (No serviré).
Si estas serpientes no se convierten, perecerán entre las llamas del Infierno, de ese Infierno en el que se han negado a creer.
Yo soy Juez de infinita Misericordia pero también de tremenda Justicia.
Abundan los tibios
Irás, hijo mío, a llevar los mensajes a Obispos y Sacerdotes. Mediten en las responsabilidades que pesan sobre su conciencia.
Te dije que no faltan obispos santos y excelentes sacerdotes, pero desgraciadamente abundan los tibios, los indiferentes, los presuntuosos; no faltan los herejes y los descreídos.
¿No parece esto absurdo y anacrónico? Sin embargo es la realidad.
¡Reza, hijo mío! No te canses, ofréceme tus sufrimientos. Quiero hacer de ti una lámpara encendida, instrumento en mis manos para la salvación de tantos hermanos tuyos.
No te preocupes de las opiniones de los hombres.
No separes tu mirada de Mí que te amo.
Te bendigo, juntamente con los que colaboran contigo para la difusión de mis mensajes.
(Confidencias de Jesús a un Sacerdote – P. Ottavio Michelini)
Hermoso Bosco Ortega. Gracias por tu compartir.
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